Entendiendo cómo funciona tu sistema inmunitario
El sistema inmune es una red interconectada de elementos. Entre ellos hay órganos, tejidos, células y moléculas, que actúan en concierto para crear una sinfonía. Su eficacia no depende de la acción de uno de sus componentes, sino del sistema en su conjunto.
En el concierto inmunológico, cada uno de sus componentes tiene un papel, y las citoquinas son, sin duda, los directores de la orquesta. Son moléculas de señalización cuya principal tarea es activar, reclutar o detener la acción de las células inmunitarias.
En la respuesta inmune fisiológica, no se necesitan grandes cantidades de citoquinas. Son moléculas tan activas que, incluso en pequeñas cantidades, pueden dirigir o coordinar la reacción.
Cada citoquina influye en el mensaje inmunitario y, por tanto, su presencia o ausencia influye en la melodía final.
Aunque en ocasiones nos referimos a la inmunidad como nuestro escudo protector, en realidad hace más que protegernos. Tu sistema inmune trabaja más de lo que crees.
Es cierto que nos defiende activamente contra la invasión de patógenos y agentes que son dañinos para nuestro organismo. Sin embargo, pensar que esa es su única función sería un error. Tu sistema inmune también es un sistema de autorreconocimiento, que se encarga de identificar y tolerar todos los elementos que pertenecen a tu cuerpo y tus tejidos, incluso reconoce tu flora intestinal o cualquier otra molécula que resulta beneficiosa para tu salud. De hecho, todo lo que pertenece al cuerpo, así como todo lo que entra en contacto con él, pasa un atento control inmunitario. Comer, respirar o reproducirse son funciones básicas en las que el sistema inmune también puede jugar un papel.
Cuando tu sistema inmune funciona en su óptimo natural, es capaz de mantenerse en el justo equilibrio entre reacciones de protección y de tolerancia.
Hay muchos factores que pueden provocar un mal funcionamiento inmunitario. Pueden nombrarse, desde deficiencias o alteraciones genéticas, a la repetida exposición a factores estresores, como una dieta desequilibrada, las infecciones, un estilo de vida sedentario, la falta de sueño, o el estrés psicológico.
La edad también influye en la competencia inmunológica. Los niños, por ejemplo, tienen un sistema inmunitario inmaduro, lo que les hace más susceptibles a sufrir ciertas infecciones. Las personas mayores, por su lado, también tienen un sistema inmune más debilitado.
La disfunción inmunitaria es el denominador común de la gran mayoría de trastornos. Las enfermedades crónicas, como las patologías inflamatorias o autoinmunes, el cáncer, las infecciones persistentes, etc. tienen, todas, un componente de base inmunitario. Ahora bien, en ocasiones hay signos que pueden alertar de un sistema inmune debilitado o hiperreactivo. Algunos ejemplos son:
- Tardas más de lo habitual en recuperarte cuando enfermas.
- Sufres episodios infecciones frecuentes y/o recurrentes. Por ejemplo, infecciones de oído o de garganta, infecciones urinarias recidivantes…
- Sufres reactivaciones virales de herpesvirus. El herpes labial, el herpes zóster o la mononucleosis son trastornos causados por virus de la familia de los herpes, que pueden permanecer en el organismo en estado latente tras la infección inicial y tienen la capacidad de reactivarse cuando que tu sistema inmunitario se debilita.
- Estás constantemente estresado o fatigado.
- Sufres reacciones alérgicas, como asma o rinitis alérgica.